En 1979, Jon Kabat-Zinn, biólogo molecular, médico, profesor de la Universidad de Massachusetts y practicante de yoga y meditación, se propuso aunar parte de las enseñanzas adquiridas de sus maestros budistas con las de la ciencia occidental desarrollando un programa, orientado a aliviar el dolor y mejorar el estado físico y emocional, denominado Reducción del estrés basado en la atención plena (Mindfulness- Based Stress Reduction).

La alimentación consciente parte de la base de este programa y por eso también es conocida como Mindful Eating o Mindfoodness.

Esta técnica de alimentación tiene como objetivo mejorar la forma en la que comemos, adoptando hábitos que nos enseñen a relacionarnos con la comida, prestando atención al momento presente y a las sensaciones de hambre y saciedad. De esta manera podremos ajustar lo que ingerimos a las necesidades de nuestro cuerpo.

 

¿Cómo podemos aplicar la alimentación consciente?

 

Es necesario saber diferenciar el hambre fisiológica de la psicológica. A veces tendemos a comer cuando nos sentimos aburridos, estresados o tristes, independientemente de nuestro apetito. Aplicando una alimentación consciente aprenderemos a escuchar nuestro cuerpo y hacerlo solamente cuando tengamos hambre.

 

Habitualmente nos fijamos en los primeros bocados, en la temperatura, el sabor, si nos gusta o no…, pero luego desconectamos y la actividad se vuelve automática. La atención plena consiste en ser consciente de todo el proceso de alimentación, centrándonos en esas sensaciones físicas y placenteras que nos proporciona la comida, evitando distracciones que pueden venir de los teléfonos móviles o la TV, por ejemplo. Así detectaremos antes cuando estamos llenos.

 

Otro de los aspectos que debemos tener en cuenta es comer despacio. La leptina es la hormona que regula la saciedad y puede tardar unos 20 minutos en enviar la información al cerebro. Además, masticando más el alimento le daremos tiempo a la saliva a segregar la enzima ptialina, responsable de descomponer los hidratos de carbono y facilitar nuestra digestión.

 

Beneficios de aplicar la atención plena en la alimentación.

 

Optimización del tamaño de las porciones:

Al aplicar la plena conciencia en todo el proceso de alimentación percibiremos cuando nuestro cuerpo está saciado, evitaremos ingerir de más y nos ahorraremos la incómoda sensación de hinchazón del exceso de comida.

Con la práctica, conseguiremos hacerlo de un modo más racional y menos automático, siendo conscientes de la cantidad que realmente necesita nuestro cuerpo y evitando una sobreingesta alimentaria.

 

Autocontrol y autoconocimiento:

Con esta técnica vamos a conocer más nuestro cuerpo. Detectaremos si el hambre que tenemos es fisiológica o emocional y podremos actuar al respecto. También nos daremos cuenta del efecto que tienen determinados alimentos en nuestro estado de ánimo y conoceremos aquellos que nos sientan bien y los que no.

 

Reducir antojos y tentaciones:

Si aprendemos a detectar los momentos en los que las ganas de comer no son consecuencia del hambre sino que van ligadas a algún factor emocional, podremos optar por realizar una actividad alternativa como salir a pasear o relajarnos, y también evitaremos comer por estímulos. Al conseguir una relación más sana con la comida nuestra alimentación será más equilibrada.