Las enfermedades crónicas son aquellas condiciones de salud que persisten durante un largo periodo de tiempo -generalmente más de 3 meses- y, por lo general, no tienen cura, aunque se pueden controlar o manejar. Estas enfermedades suelen ser progresivas, lo que significa que sus síntomas pueden empeorar con el tiempo. Sin embargo, con un buen control, es posible mejorar la calidad de vida y reducir su impacto.

Algunas de las enfermedades crónicas más comunes incluyen la hipertensión, la diabetes tipo 2, problemas digestivos -como el síndrome del intestino irritable-, la osteoporosis y las enfermedades inflamatorias -como la artritis-. Aunque no se pueden prevenir, muchas de ellas están estrechamente relacionadas con el estilo de vida, y especialmente con la alimentación. Aquí te explicamos cómo la nutrición puede influir en el riesgo de desarrollar estas enfermedades y cómo ajustar la dieta para controlar sus síntomas y mejorar el bienestar físico y emocional.

Enfermedades cardiovasculares

Las enfermedades cardiovasculares incluyen afecciones como la hipertensión, la arteriosclerosis y la insuficiencia cardíaca, entre otras. Estas enfermedades suelen estar relacionadas con la acumulación de placas de grasa en las arterias, lo que dificulta la circulación sanguínea. Factores como la dieta, el estrés, el sedentarismo y la genética influyen en su aparición y evolución.

Una alimentación adecuada puede ayudar a prevenir y controlar las enfermedades del corazón. Para ello, es recomendable incluir alimentos ricos en fibra -cereales y legumbres-, grasas insaturadas -aceite de oliva, frutos secos y pescado azul-, y antioxidantes -frutas y verduras de colores intensos-. Estos alimentos contribuyen a mantener a raya el colesterol, la presión arterial y el peso corporal; tres factores clave para la salud cardiovascular.

Asimismo, es importante reducir el consumo de sal, azúcares añadidos, grasas trans y alimentos ultraprocesados, ya que aumentan el riesgo de desarrollar hipertensión.

 

Diabetes tipo 2 y alteraciones del metabolismo glucémico

La diabetes tipo 2 es una enfermedad que afecta la forma en que el cuerpo procesa el azúcar (glucosa), y suele estar vinculada con la resistencia a la insulina. La alimentación juega un papel fundamental tanto en la prevención como en el control de esta enfermedad.

Para mantener los niveles de glucosa bajo control, es fundamental seguir una dieta equilibrada que incluya alimentos con bajo índice glucémico para evitar sufrir picos de azúcar en sangre -cereales, legumbres, verduras y frutas enteras-. Además, incluir proteínas magras -pollo, pavo o pescado- y grasas saludables -aguacate y aceite de oliva- puede mejorar la respuesta del cuerpo a la insulina.

Asimismo, es fundamental evitar los azúcares refinados y las bebidas azucaradas, ya que estos alimentos provocan aumentos rápidos de glucosa en sangre.

 

Enfermedades digestivas

Los trastornos digestivos -como el síndrome del intestino irritable o la enfermedad inflamatoria intestinal- pueden causar molestias como dolor abdominal, hinchazón y alteraciones en el tránsito intestinal. Aunque su origen no siempre está claro, en muchos casos la dieta puede desempeñar un papel fundamental en la gestión de los síntomas.

Una estrategia muy recomendada para quienes padecen el SII -síndrome del intestino irritable- es seguir una dieta baja en FODMAPs. Los FODMAPs son un grupo de carbohidratos que no siempre se digieren bien en el intestino y pueden causar molestias gastrointestinales. Al reducir la ingesta de alimentos ricos en estos compuestos -como ciertos tipos de frutas, lácteos y algunos cereales-, se puede mejorar el bienestar digestivo.

Además, es importante escuchar al cuerpo y llevar un registro de alimentos que provocan molestias, para identificar posibles desencadenantes. Incluir fibra soluble y mantener una buena hidratación son prácticas esenciales para mantener un buen funcionamiento digestivo. También se recomienda moderar el consumo de alimentos muy grasos, picantes o procesados para evitar irritar el sistema digestivo.

Enfermedades inflamatorias crónicas

Las enfermedades inflamatorias crónicas -como la artritis reumatoide o la enfermedad inflamatoria intestinal- están caracterizadas por un proceso inflamatorio constante en el cuerpo. La inflamación crónica puede tener efectos negativos sobre las articulaciones, los órganos digestivos y otros sistemas del cuerpo. 

Una dieta antiinflamatoria rica en omega-3, antioxidantes y fitoquímicos puede ayudar a reducir la inflamación en el cuerpo. Alimentos como el pescado azul, las nueces, el té verde, los frutos rojos y las verduras de hoja verde son ricos en estos compuestos.

Por el contrario, se recomienda limitar el consumo de alimentos ultraprocesados, azúcares añadidos y grasas saturadas, ya que pueden favorecer la inflamación y empeorar los síntomas.

 

En conclusión, aunque no siempre podemos evitar estas enfermedades, adoptar una dieta equilibrada y rica en nutrientes esenciales puede desempeñar un papel clave en su prevención y control. Cuidarse a través de la alimentación, es un acto que no solo beneficia al cuerpo, sino que también favorece el bienestar.