Así como ejercitamos el cuerpo para mantenerlo fuerte, ágil y saludable, nuestra mente también necesita movimiento. A lo largo de los años, las investigaciones sobre salud cerebral han demostrado que el cerebro posee una extraordinaria capacidad de cambio y adaptación. A este fenómeno se le conoce como neuroplasticidad, y significa que el cerebro puede crear nuevas conexiones, reorganizarse y fortalecerse a lo largo de la vida.

Una de las formas más efectivas de estimular esta capacidad es a través del entrenamiento cognitivo: un conjunto de ejercicios y estrategias que buscan mejorar nuestras funciones mentales y preservar su agilidad con el paso del tiempo.

¿Qué es el entrenamiento cognitivo?

El entrenamiento cognitivo se basa en realizar actividades o ejercicios diseñados para potenciar funciones mentales como la memoria, la atención, el razonamiento, la velocidad de procesamiento o la capacidad de resolver problemas. No se trata solo de hacer crucigramas o sudokus –aunque también ayudan–, sino de incorporar hábitos y prácticas que mantengan el cerebro activo, flexible y despierto.

Su fundamento radica en la neuroplasticidad: la capacidad que tiene el cerebro para crear nuevas conexiones neuronales en respuesta al aprendizaje y a la experiencia. Cuando aprendemos algo nuevo, salimos de la rutina o nos enfrentamos a un reto mental, nuestro cerebro se reorganiza, se fortalece y mejora su rendimiento. En otras palabras, el entrenamiento cognitivo es una manera de “poner en forma” la mente.

 

Los beneficios de entrenar la mente

El entrenamiento cognitivo no solo mejora las habilidades mentales, también impacta en el bienestar emocional. Al mantener la mente activa, se incrementa la autoconfianza, la capacidad de adaptación y la sensación de control sobre uno mismo. Algunos de los beneficios más reconocidos del entrenamiento cognitivo son:

  • Mejor memoria y concentración: realizar ejercicios mentales estimula las conexiones neuronales y ayuda a retener información con mayor facilidad.
  • Mayor agilidad mental: el pensamiento se vuelve más flexible y la toma de decisiones, más rápida.
  • Prevención del deterioro cognitivo: mantener el cerebro activo puede retrasar los síntomas asociados a enfermedades como el Alzheimer o la demencia.
  • Mejor gestión emocional: aprender nuevas habilidades o resolver desafíos mentales fortalece la autoestima y reduce la ansiedad.
  • Más creatividad y curiosidad: un cerebro que se entrena es un cerebro que busca, pregunta, se interesa y disfruta del aprendizaje constante.

 

Estrategias para entrenar el cerebro en la vida cotidiana

Entrenar la mente no requiere grandes recursos ni largas sesiones frente a una pantalla. A veces, los pequeños cambios son los que generan los mayores efectos. Lo importante es mantener la curiosidad y salir de la rutina. Aquí tienes algunas estrategias sencillas:

  1. Aprender algo nuevo.

Un idioma, un instrumento, una receta, una manualidad, etc. Cada nuevo aprendizaje activa redes neuronales distintas y estimula la memoria de trabajo y atención.

  1. Romper la rutina

Cambiar el camino al trabajo, cepillarse con la mano no dominante o reorganizar los muebles de casa son pequeñas acciones que obligan al cerebro a adaptarse y crear nuevas conexiones.

  1. Juegos y retos mentales

Los crucigramas, las sopas de letras, los acertijos, los puzzles, el ajedrez o los juegos de lógica son excelentes ejercicios de estimulación. Hoy en día, existen aplicaciones diseñadas específicamente para entrenar funciones cognitivas.

  1. Leer y escribir

Leer activa múltiples áreas del cerebro: lenguaje, memoria, imaginación y empatía. Escribir, por su parte, ayuda a organizar ideas y fortalecer la concentración.

  1. Mantener una vida social activa

Las conversaciones, las risas y las relaciones personales estimulan la mente tanto como un buen ejercicio mental. Interactuar con otros nos obliga a recordar, planificar, interpretar emociones y resolver problemas

  1. Practicar la atención plena

La meditación y el mindfulness fortalecen la concentración, reducen el estrés y mejoran la claridad mental. Dedicar unos minutos al día a la calma mental es una forma de cuidar el cerebro desde el silencio.

 

La mente también se cuida con hábitos saludables

La salud mental y la salud física están profundamente entrelazadas. No se puede cuidar a una sin atender a la otra. Dormir bien, alimentarse de manera equilibrada y moverse con regularidad son pilares que también influyen en el bienestar cognitivo.

Por ejemplo, una alimentación rica en frutas, verduras, cereales, legumbres, frutos secos y pescado aporta los nutrientes que las neuronas necesitan para funcionar correctamente. Los ácidos grasos omega-3 son esenciales para la comunicación entre células cerebrales, y los antioxidantes ayudan a proteger el cerebro del envejecimiento prematuro.

El ejercicio físico también es un potente estimulante cognitivo. Caminar, bailar, nadar o practicar yoga no solo benefician al cuerpo; aumentan el flujo sanguíneo al cerebro y favorecen la liberación de sustancias –como las endorfinas o la dopamina– que mejoran la memoria y el estado de ánimo. 

El descanso es otro de los pilares fundamentales para nuestra salud cognitiva. Durante el sueño profundo, el cerebro consolida lo aprendido, elimina desechos y se reinicia para un nuevo día. Dormir poco o mal afecta directamente la atención, la concentración y la memoria.

 

Un compromiso con la mente a largo plazo

Cuidar la mente no es una tarea puntual, sino un compromiso a largo plazo con uno mismo. Así como la musculatura se debilita si no se usa, las capacidades mentales también pueden perder agilidad si se abandonan. La buena noticia es que nunca es tarde para empezar. El cerebro mantiene su plasticidad a lo largo de  toda la vida; y cada nuevo desafío, cada lectura o cada conversación significativa suma a su vitalidad.