El trastorno por déficit de naturaleza fue nombrado por primera vez en 2008 por el escritor Richard Louv en su libro “Last child in the woods”. A partir de ese momento, científicos y educadores empezaron a referirse a este trastorno como uno de los nuevos males de este siglo.

Según José Antonio Corraliza, catedrático de Psicología Ambiental de la UAM, el trastorno por déficit de naturaleza (TDN) forma parte de las denominadas enfermedades psicoterráticas, que son trastornos que tiene su origen en una deficitaria o patológica relación con el entorno en el que vivimos.

Estar en contacto con la naturaleza es muy beneficioso para los niños y niñas por todo lo que pueden aprender de ella, proporcionándoles un entorno propicio para experimentar sensaciones básicas para su desarrollo físico y emocional.

¿Qué beneficios aporta la naturaleza en los niños?

Ming Kuo, profesora asociada del Departamento de Recursos Naturales y Ciencias del Medio Ambiente de la Universidad de Illinois, publicó un análisis exhaustivo elaborado a partir de cientos de estudios científicos sobre los beneficios del contacto con la naturaleza para el desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas.

Según determinó Kuo, pasar tiempo en la naturaleza beneficia el aprendizaje de los niños y niñas de ocho maneras diferentes: tiene un efecto rejuvenecedor de la atención; alivia el estrés; aumenta la actividad y la condición física; aumenta la autodisciplina; promueve la automotivación, el compromiso y el disfrute. Todo esto mejora los procesos de aprendizaje.

Dicho estudio también detalla que pasar tiempo en entornos naturales fomenta habilidades y cualidades personales importantes para un futuro exitoso, como la resolución de problemas, la resiliencia, la perseverancia o el trabajo en equipo.

Sin duda, la naturaleza ofrece una gran cantidad de estímulos en un espacio abierto y con una gran sensación de libertad, beneficiando el desarrollo de sus habilidades de movimiento y, a la vez, estimulando sus neuronas y emociones.

Si nos fijamos en la parte corporal, jugar al aire libre mejora sus condiciones físicas, desarrollando cuerpos más activos y saludables, previniendo la aparición de ciertas enfermedades.

Por lo que se refiere a la parte mental, al estar en contacto directo con la naturaleza, los niveles de estrés disminuyen y se potencia su desarrollo emocional; mientras que un estilo de vida más apresurado puede fomentar la ansiedad y la depresión.

Además, el contacto directo con un entorno natural les ayudará a valorar y respetar todo aquello que les rodea.

¿Cómo podemos fomentar este contacto con la naturaleza?

Como padres y madres, es necesario que fomentemos el acercamiento de nuestros hijos a la naturaleza, en la medida de lo posible, de una manera habitual. Si vivimos en zonas muy urbanas, podemos jugar con ellos en jardines, parques o zonas verdes que tengamos cerca y aprovechar los fines de semana y las vacaciones para visitar espacios más naturales.

Para que los niños y niñas conozcan su entorno natural podemos practicar una gran variedad de actividades en familia más allá de los campamentos a los que puedan asistir. En la playa podemos construir castillos de arena, recoger conchas y piedras o descubrir distintas especies de peces en su hábitat natural. En el bosque podemos adentrarnos en su flora y fauna, recolectando plantas, flores y hojas secas en otoño; buscar moras y setas u observar las aves y demás animales.

Según María Montessori, médica y pedagoga italiana, creadora del método Montessori “ninguna descripción, ninguna ilustración de cualquier libro puede sustituir a la contemplación de los árboles reales y de toda la vida que los rodea en un bosque real”.