Según indica este Informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el volumen mundial de desperdicio de alimentos comestibles es de 1.300 millones de toneladas al año. Con el objetivo de reducir este dato, ha surgido una nueva tendencia culinaria que resuena a nivel global: el trash cooking.

 

Esta técnica se basa en la preparación de nuevos platos y recetas con las sobras resultantes de la elaboración de otros platos, practicando así una cocina de aprovechamiento. Esta tendencia, originaria de los hogares particulares y practicada por nuestras abuelas, también ha dado el salto a la alta cocina de la mano de distinguidos chefs como Ángel León o Ferrán Adrià, quien incluye en sus elaboraciones ingredientes como sangre de salmón, hígado de salmonete u ojos de besugo en su afán por aprovechar todas las partes posibles de los alimentos. Según palabras del mismo Adrià: “Si para componer un menú solo somos capaces de utilizar productos de élite, la alta cocina está muerta”.  

 

¿Cómo podemos practicar el trash cooking?

Para practicarlo en nuestros hogares y ayudar de esta manera a frenar el desperdicio alimentario global, solo hace falta un poco de imaginación. Los expertos recomiendan salir de las ideas preestablecidas en la cocina e innovar probando diferentes combinaciones de alimentos. Además, también indican que su práctica puede beneficiar directamente a nuestra salud, ya que las partes desechadas de los alimentos suelen albergar muchos nutrientes.

 

Ejemplos de trash cooking

 

Aceites y azúcares aromatizados

Con hierbas y especias puedes realizar tus propios aceites aromáticos. Para su elaboración solo tienes que dejar reposar el aceite con hierbas, por ejemplo, romero, albahaca, tomillo, cilantro, orégano e incluso alguna piel de cítricos, en un bote de conservas durante tres semanas para que se integren el sabor y el aroma. Después, cuela la mezcla y guárdala en un sitio seco y sin luz directa.

Con las cáscaras de la piel de un limón o la vaina de una vainilla ya rascada puedes saborizar un azúcar para que, a la hora de utilizarla en repostería, se consiga ese toque avainillado.

 

Snacks sabrosos y saludables

La mayoría de las verduras son totalmente comestibles y, aunque para la elaboración de muchos platos las pelamos, su piel está repleta de nutrientes. Una alternativa para evitar desecharlas es prepararlas como snacks: fritas, rebozadas o en tempura.

 

Caldos

Los tallos de las verduras de hoja verde o los troncos de las brasicáceas (brócoli, coliflor, romanesco…) se desechan a menudo por su textura o su fuerte sabor, pero están llenos de minerales y nutrientes. Si los incorporamos en nuestras preparaciones de caldos les aportarán un intenso sabor y muchas propiedades.

 

Ensaladas

El pescado o la verdura hervida que haya sobrado de alguna comida previa puede servirnos para una cena o preparar un tupper si le damos otra presentación. Podemos cortar el producto a trocitos y añadirlo a una ensalada de arroz, de pasta o de quinoa junto con algún otro ingrediente como tomate, zanahoria o alguna legumbre.

 

Mermeladas, salsas o patés

La fruta madura, aunque pierde el buen aspecto, gana en intensidad de sabor y en dulzor. Una perfecta opción para no desecharla es la elaboración de mermeladas para la que solamente necesitaremos añadir azúcar y zumo de limón.

Con los tomates podemos preparar salsa para conserva, y con las legumbres, patés.

 

Tortilla

Esta elaboración genera mucho juego porque se puede realizar con una gran diversidad de productos: patatas, espárragos trigueros, setas, jamón, alubias…

 

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