En breve dejaremos atrás la época estival para entrar en una nueva estación. Durante el otoño ocurren grandes transformaciones, no solamente en el entorno, sino también en nuestro propio cuerpo. De la misma manera que la naturaleza vive una modificación cromática, cambiando su característico color verde por tonalidades marrones u ocres y los árboles se despojan de sus hojas, nosotros también vivimos algunos cambios durante esta época:

  • desajustes en el sueño y estados de insomnio por la disminución de luz característica del otoño
  • una bajada de energía con posible sensación de fatiga
  • mayor sequedad en la piel y un aumento de la caída del cabello
  • necesidad de consumir más calorías para adecuar nuestro cuerpo al descenso de la temperatura
  • estados más introspectivos y melancólicos por el paso de una energía yang a otra más yin

Adecuando un poco nuestros hábitos ayudaremos a nuestro cuerpo y mente a adaptarse a esta nueva estación.

Preparar el cuerpo para el otoño

El calor del verano nos provoca una pérdida continuada de agua y sales, y eso favorece a una mayor concentración de toxinas en nuestro cuerpo. El otoño es el momento ideal para depurar nuestro organismo, por lo que la hidratación adquiere mucha importancia. Debemos procurar beber entre 1,5 y 2 litros de líquidos.

El cambio de temperatura facilita la incorporación a nuestra dieta de bebidas más calientes, como el caldo o las infusiones, que también nos ayudarán con este proceso depurativo.

Antes de que llegue el frío también tenemos que poner nuestro cuerpo a punto con la ingesta de alimentos nutritivos y energéticos para protegerlo de posibles infecciones.

Uno de los principales alimentos que deben llenar nuestros platos durante estos meses son los cereales: el arroz, la quinoa, el bulgur, el trigo, la avena o el trigo sarraceno nos aportarán una buena base energética para superar el posible cansancio que podamos sentir en este momento. Si los acompañamos de productos de temporada como la calabaza, el boniato, el nabo o las zanahorias nos proporcionarán el calor necesario para preparar nuestro cuerpo para las estaciones más frías.

Otro de los alimentos que nos ofrece la naturaleza en esta época y debemos tener en cuenta son los hongos y las setas. Al ser inmunoestimulantes, nos ayudan a reforzar nuestro sistema inmunitario y nos protegen de infecciones y de las bajas temperaturas. 

Por otro lado, también son importantes las vitaminas que nos aportan las frutas de esta temporada, tales como la granada, las uvas, los higos o la manzana, que nos ayudarán a prevenir los resfriados.

La humedad del verano favorece que algunas patologías cutáneas, como el acné o la dermatitis, mejoren, pero la sequedad del otoño propicia que vuelvan a aparecer.

Cuando la piel se reseca, a veces deja de cumplir su función protectora frente a las agresiones externas; por eso es importante cuidar de nuestra piel durante los meses de otoño e invierno con una correcta hidratación.

Un buen descanso es otro de los aspectos fundamentales que debemos tener en cuenta para transitar este cambio de estación de la mejor manera posible. 

Nuestro ritmo biológico está unido a la luz natural y en esta época del año, en la que los días cada vez son más cortos, podemos notar una falta de energía o un aumento del cansancio. Es importante escuchar a nuestro cuerpo y darle el descanso que nos pida, acostándonos más temprano y no obligándonos a realizar un exceso de actividades.

Pero no debemos olvidar que, para gozar de buena salud, nuestro cuerpo debe estar activo. En nuestro apartado de salud encontrarás algunas prácticas suaves para poder mover el cuerpo sin sobrecargarlo.