Según Daniel Goleman, psicólogo, periodista y escritor estadounidense, la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y también las emociones de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones.

Una buena gestión emocional ayuda a desenvolvernos mejor en la sociedad, a tener un buen autocontrol, a resolver mejor nuestros problemas y a disfrutar de relaciones más sanas y profundas.

Si bien existen ciertas capacidades sensitivas que son innatas, la inteligencia emocional es una habilidad que se puede aprender y desarrollar desde edades tempranas.

J. Gottman, investigador psicológico y clínico estadounidense, demostró en un estudio llevado a cabo durante varios años que los niños con una buena gestión emocional tienen una atención sostenida más elevada, su capacidad de dedicación a las diferentes tareas es superior, padecen menores niveles de estrés y resuelven conflictos de manera más eficaz. 

Como padres, tenemos un papel fundamental en el aprendizaje de la gestión de emociones de nuestros hijos, encaminándola hacia una vía saludable. Nuestra propia gestión emocional, junto con una buena comunicación bidireccional, será clave para que ellos puedan desarrollar correctamente sus habilidades.

Cómo fomentar una buena gestión de las emociones

Dar valor a todas las emociones

No existen emociones buenas o malas y, por lo tanto, no hay que reprimir aquello que sentimos.

Los niños deben poder expresar sus emociones negativas, como la rabia, la ira o el enfado, de la misma manera que permitimos que sientan alegría. Con aceptación y respeto, podemos enseñarles a dar el valor que se merece cada emoción para que ellos mismos aprendan a reconocerlas y a vivirlas acorde a la intensidad de la situación.

Para aprender a gestionar bien las emociones es necesario que el niño se sienta apoyado, comprendido y acompañado. Para ello es esencial que les permitamos sentir.

Ayudar a expresar las emociones

Para poder gestionar bien las emociones primero deben saber identificarlas y dar nombre a la emoción es clave para comprenderla. En este sentido, es importante alentarles a hablar de lo que sienten y ayudarles a expresar dichas emociones de una manera saludable. 

Una buena comunicación que fomente la reflexión les ayudará a comprender la situación, el porqué de lo que sienten y, además, les permitirá expresar sus emociones de una forma sana.

Practicar empatía

Entender las emociones es igual de importante que detectarlas y en este punto entra en juego la empatía. Desarrollar la empatía les ayudará a ponerse en el lugar del otro, con el fin de interactuar mejor con otras personas y construir relaciones más profundas y saludables.

Si nosotros no escondemos nuestras emociones, se habituarán a las expresiones faciales y corporales de algunas emociones y aprenderán a reconocerlas más fácilmente.

Otra manera de acompañar en el desarrollo de la empatía es con preguntas y suposiciones que les hagan reflexionar acerca de cómo pueden sentirse otras personas en determinadas situaciones.

Servir de ejemplo

Para nuestros hijos somos un modelo a seguir y el mejor de los ejemplos. Por esa razón, como padres es importante trabajar nuestra inteligencia emocional para aprender a gestionar lo que sentimos de manera sana. Al compartir nuestras emociones conseguiremos que los niños se familiaricen con ellas y vean que son normales.

Qué debemos evitar

De la misma manera que podemos ayudar en el buen desarrollo de la gestión emocional de nuestros hijos, también existen ciertas actuaciones que deberíamos evitar para no dificultar este aprendizaje:

Exceso de protección

Una desmesurada necesidad de proteger a nuestros hijos puede dificultar que desarrollen herramientas para lidiar con sus problemas. Una sobreprotección durante la etapa infantil puede dejarles desprotegidos y sin saber cómo lidiar con sus emociones en etapas futuras.

Minimizar sus emociones

Para que los niños aprendan a lidiar con sus emociones deben poder hablar de ellas y expresarlas. Si minimizamos algún tipo de emoción, es probable que el niño la esconda en posteriores ocasiones, dejándola sin gestionar. No todas las personas tienen la misma sensibilidad y eso también lo deben aprender. 

Prohibir emociones negativas

También es contraproducente prohibir emociones negativas como el enfado, la ira, la rabia o la tristeza. Todas las emociones nos llevan a aprendizajes importantes para nuestro desarrollo. En vez de negar a un niño una emoción negativa debemos ayudarle a transitarla.

Marcar el camino a seguir

Para que el niño aprenda a gestionar correctamente sus emociones debe entender la situación y trabajar su empatía. En vez de mostrar qué debe hacer en situaciones concretas, es más recomendable acompañarlo en ese aprendizaje con la formulación de preguntas que le hagan reflexionar.