El próximo jueves 23 de noviembre se celebra Acción de Gracias, una festividad originaria de Estados Unidos y Canadá, cada vez más extendida por el mundo.

En el año 1621, los colonos ingleses y los nativos de la Colonia de Plymouth (actualmente parte del Estado de Massachusetts) celebraron conjuntamente el éxito de su cosecha después de una dura temporada. Como señal de gratitud a Dios, compartieron pavo, calabaza y frutos secos.

Aunque este es el origen conocido del Thanksgiving, esta celebración no se repitió hasta el año 1789, cuando el presidente George Washington la declaró festividad nacional.

Durante muchos años, cada Estado celebraba este día en una fecha diferente hasta que en el año 1863 el presidente Lincoln proclamó cómo Día de Acción de Gracias el último jueves de noviembre.

Para los estadounidenses, Acción de Gracias es una festividad tan importante como la Navidad. Esta celebración familiar tiene como protagonista un pavo, que se sirve acompañado de verduras y hortalizas de temporada (puré de patatas, boniatos, pastel de calabaza, etc), y su propósito reside en mostrar gratitud.

La gratitud se define como una apreciación y valoración de experiencias vividas, así como de acciones recibidas por parte de otras personas que nos aportan bienestar -emocional, físico, mental, etc.-. Este sentimiento no forma parte del conjunto de emociones básicas. Para que ocurra, la persona debe tener unos valores éticos que contemplen el dar y recibir, la empatía y se alejen de una visión egocéntrica.

Diferentes estudios científicos han demostrado los beneficios para la salud que experimentan las personas que adoptan una actitud agradecida ante la vida.

Según el Centro de Investigación de Conciencia de la Atención Integral de la UCLA, sentir gratitud cambia la estructura molecular de nuestro cerebro, implicando un mayor funcionamiento de la materia gris y provocando que nos sintamos más felices y saludables. Esta felicidad incide directamente en calmar nuestro sistema nervioso central. Este estudio demostró que la gratitud es la práctica más efectiva para alcanzar sentimientos de felicidad.

Por su parte, los psicólogos Robert A. Emmons y Mike McCullough realizaron un interesante experimento para descubrir los efectos de un estado de gratitud sostenida en el tiempo. Los resultados demostraron que las personas que mantienen una actitud agradecida de manera activa tenían menos problemas de salud, rendían un promedio de 1,5 horas más y se entregaban más a su comunidad. Asimismo, se reducían sus emociones tóxicas como la envidia, el resentimiento, la frustración o la depresión.

En 2012, un estudio llevado a cabo por la Universidad de Kentucky determinó que, además de mejorar la empatía, las personas que practican la gratitud adoptan un comportamiento prosocial, reduciendo el nivel de agresión y venganza ante comportamientos poco amables o negativos. 

El sueño es otro de los aspectos que se ven beneficiados por una actitud agradecida. En 2011, Applied Psychology: Health and Well-being publicó un estudio que garantiza que dedicar 15 minutos diarios a escribir los agradecimientos de la jornada antes de acostarse es garantía de un sueño de más calidad.

Otro de los hallazgos demostrados por diferentes estudios es el impacto positivo que tiene la gratitud para superar situaciones traumáticas. Entre ellos, destaca el estudio publicado en 2006 por Behavior Research and Therapy en el que se pudo apreciar que los veteranos de la Guerra del Vietnam con altos niveles de gratitud experimentaron menor estrés postraumático. 

¿Existe un mejor momento para empezar a escribir tu diario de gratitud que el Día de Acción de Gracias? ¡Incorpora este pequeño hábito en tu vida y disfruta de los grandes beneficios de la gratitud!