Reducir el desperdicio alimentario y la pérdida de alimentos es uno de los objetivos de la Agenda 2030, concretamente el ODS 12.3: “en el año 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y distribución, incluidas las pérdidas posteriores a las cosechas.”

Según la FAO, la pérdida y desperdicio de alimentos ocurre en todos los eslabones de la cadena alimentaria, desde la producción inicial hasta el consumo final de los hogares. A lo que habría que añadir, que aquellos alimentos que nunca se llegan a consumir también representan un desperdicio de recursos ya que para su producción se ha utilizado energía, agua, tierra, semillas y abono.

Un inconveniente añadido al desperdicio alimentario son los cánones estéticos de supermercados y consumidores a la hora de adquirir frutas y verduras. Según el movimiento Ugly Food, en Europa se desechan entre el 20 y el 40% de estos alimentos antes de llegar a los supermercados por no cumplir dichos cánones, aun manteniendo sus propiedades, calidad y sabor.

Este movimiento tiene como objetivo dejar de desperdiciar aquellos alimentos que no tienen una imagen perfecta, luchando para que se vendan y no sean descartados por su aspecto, para lo que trabajan fundamentalmente la concienciación social, puesto que somos los consumidores quien, en último lugar, decidimos qué alimentos van a llenar nuestra cesta. En este sentido, expertos nutricionistas abogan que son las frutas y las verduras con aspecto natural las que más confianza nos deberían transmitir en comparación con otras de aspecto perfecto.

El origen del movimiento Ugly Food está en países como Estados Unidos, Australia, Francia y Reino Unido, donde en los últimos años han proliferado distintas iniciativas con el objetivo de concienciar a la sociedad sobre la necesidad de un buen aprovechamiento alimentario. Aunque en España este movimiento todavía no se ha consolidado, cada vez son más las empresas y fundaciones dedicadas a recuperar estos alimentos para evitar su despilfarro. Para ello, recogen las frutas y verduras que el mercado no acepta por su apariencia dándoles un doble destino, por una parte la donación a entidades sociales para que lleguen a personas sin recursos y por otra, la transformación en conservas como patés vegetales o mermeladas.

Uno de los precursores más destacados de este movimiento en Europa es el famoso cocinero Jamie Oliver, quien ha apoyado varias acciones, entre ellas “wonky vegs”, un movimiento que reclama la no exclusión de los “vegetales torcidos”, y una iniciativa de una importante cadena de supermercados que ofrece grandes descuentos para estos productos. En Alemania, Francia y Portugal también encontramos cadenas de supermercados que aplican estas prácticas para evitar tirar comida.

En Dinamarca han dado un paso más con la creación de un supermercado exclusivo de alimentos desechados por otras cadenas de distribución por motivo de su aspecto, por tener defectos en los envases o por haber alcanzado su fecha de consumo preferente.

¿Conoces iniciativas similares en nuestro país? ¡Explícanoslas en los comentarios!