La neuroarquitectura es una disciplina que aplica la neurociencia a la arquitectura con el fin de comprender cómo los seres humanos experimentan su entorno para así poder diseñar espacios que aporten experiencias más positivas en cuanto a la salud, el bienestar y la productividad.

El neurocientífico Dr. Fred Gage, del Salk Institute, centró parte de sus estudios en descubrir cómo el cerebro interpreta y analiza el espacio que lo rodea. A partir de estos descubrimientos, la neuroarquitectura puede relacionar determinados entornos con la producción de las hormonas necesarias para el desarrollo de emociones concretas. De esta manera, se conoce que la iluminación, la altura de los techos, las formas geométricas, los materiales utilizados y la decoración, entre otros aspectos, influyen en nuestro estado emocional y mental.

En esta línea, la Academia de Neurociencias para la Arquitectura (ANFA), creada en 2003, ha aportado grandes avances en relación a cómo un determinado espacio puede modificar nuestra mente. 

Altura de las estancias

La neuroarquitectura ha descubierto que las dimensiones de los espacios condicionan nuestras respuestas cerebrales. En este sentido, las estancias con techos altos favorecen nuestra creatividad e imaginación, mientras que los techos bajos aportan una sensación de protección y paz, potenciando todas aquellas actividades que requieran un estado de recogimiento e introspección.

Colores claros y neutros

Está científicamente comprobado que los colores claros y neutros provocan un efecto tranquilizante. Las tonalidades azules y verdosas en su versión más clara y suave favorecen nuestra concentración, mientras que los colores más vivos, como amarillos y anaranjados, estimulan nuestra creatividad. Al elegir la tonalidad que predominará en la decoración de cada estancia debemos tomar en consideración cuál será la principal actividad que desarrollaremos en ella.

Naturaleza

Decorar los espacios con elementos naturales, como plantas y flores, es beneficioso para nuestra salud, ya que aportan bienestar, facilitan la concentración y el aprendizaje, nos ayudan a ser más productivos y disminuyen el estrés. 

Además, según un estudio de la NASA, las plantas filtran los contaminantes más comunes del aire y aumentan su calidad. 

El poto, el ficus, la sanseviera, el lirio de la paz o la palmera de bambú son algunas de las plantas más adecuadas para espacios de interior.

Formas orgánicas

Nuestro cerebro percibe como un elemento agresivo los ángulos agudos en muebles, paredes o columnas. Según han demostrado varios estudios basados en los resultados de resonancias cerebrales efectuadas a sus participantes, el área de la amígdala, relacionada con el estado de alerta ante un peligro, se activa al detectar cantos agudos o puntiagudos. Por el contrario, las formas redondeadas y las curvas activan nuestro estado de calma.

Salidas al exterior

Las ventanas generan una sensación de confort, pues actúan como una apertura al exterior, aportando amplitud y luz. Si a través de ellas tenemos acceso a vistas naturales (jardín, parque, árboles y plantas), el efecto terapéutico es mayor. 

Percibimos una sensación similar si entre nuestra decoración se encuentran cuadros de paisajes o vegetación. 

Orden

Un ambiente desordenado crea confusión mental y dificulta la concentración. Así pues, es importante apostar por un entorno limpio, ordenado y armonioso, ya que favorece la secreción de hormonas relajantes y de bienestar, como la serotonina o la oxitocina. En la decoración, las composiciones simétricas aportan calma y paz.

Novedad

Cada vez que exploramos un espacio nuevo, nuestro cerebro segrega dopamina, la hormona de la motivación y el placer. Está demostrado que la sorpresa es estimulante y mejora nuestro humor. Recolocar los muebles, aportar nuevos elementos decorativos, cambiar los colores de las paredes o las cortinas son pequeños actos que activarán nuestros estímulos creando nuevas conexiones neuronales.

Además de los consejos que nos aporta la neuroarquitectura, existen otras consideraciones a tener en cuenta para que nuestro hogar sea un espacio saludable.

Calidad del aire

Una mala calidad del aire de nuestra vivienda puede provocar problemas respiratorios y dermatológicos. Para evitar que se genere aire viciado es fundamental ventilar la casa a diario para que este circule y se renueve. Las plantas naturales y los humidificadores o purificadores también ayudarán a mantener su calidad. Los humidificadores, por su parte, aumentarán el porcentaje de humedad (esencial si utilizamos calefacciones y aires acondicionados) y los purificadores, en cambio, limpiarán el aire, eliminando problemas alérgicos.

Buena iluminación

Siempre que sea posible, es importante aprovechar la luz natural que proporcione cada estancia. En habitaciones poco iluminadas se recomienda utilizar bombillas de bajo consumo o leds de luz blanca, porque una luz artificial inadecuada puede causarnos dolores de cabeza y falta de concentración.

Temperatura adecuada

El uso que hacemos de la calefacción tiene un impacto directo en el medio ambiente. Para un buen ahorro energético, se aconseja mantener la temperatura a unos 21ºC durante el día y entre 15 ºC y 17ºC por la noche. Cada grado extra supone un 7% más de consumo.

Además, se recomienda revisar el sistema de calefacción anualmente para garantizar un funcionamiento eficiente así como asegurar un buen aislamiento de la casa, lo que nos ayudará a mantener el confort térmico.