El mindfulness, también conocido como atención plena, asienta sus bases en la meditación vipassana, un tipo de meditación que consiste en prestar atención a los pensamientos, las emociones, las sensaciones corporales y nuestro entorno, para percibir cómo son, sin emitir ningún tipo de juicio. Esta práctica meditativa budista aterrizó en Occidente en la década de los setenta de la mano de Jon Kabat-Zinn, un profesor emérito de medicina que creó el primer Programa de Mindfulness para la Reducción del Estrés (MBSR) en la Universidad de Massachussets. Desde entonces hasta ahora, se cuentan por miles las personas que han completado este Programa de Reducción del Estrés, convirtiéndose en uno de los programas más estudiados y destacados en la medicina Mente-Cuerpo.

Actualmente, entendemos por mindfulness la práctica de prestar atención de manera consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación.

Al padecer un momento de estrés o ansiedad, de manera involuntaria generamos uno de estos tres comportamientos.

  • Evitamos o negamos la experiencia vivida
  • Nos enganchamos al pensamiento sobre lo ocurrido sin buscar alternativas
  • Repetimos siempre la misma respuesta hacia esa experiencia

La atención plena nos permite modificar este tipo de comportamientos gracias a un proceso de autoobservación que nos ayuda a ampliar la perspectiva para darnos cuenta de lo que nos está sucediendo y, de manera voluntaria, aplicar una respuesta alternativa.

Beneficios del Mindfulness

Son muchos los estudios que se han realizado a lo largo de las últimas décadas para descubrir los importantes beneficios que tiene introducir la práctica habitual de mindfulness en nuestra salud

  • En 2008, James Carmony y Ruth Baer publicaron en el Journal of Behavioral Medicine un estudio que demostraba como la práctica habitual de mindfulness disminuye el distrés psicológico y favorece una menor ansiedad, depresión, ira y preocupación, mejorando el bienestar mental y emocional. Según pudieron comprobar, las personas con mayor nivel de atención plena tienen mejor capacidad para regular su sentido de bienestar al tener una mayor conciencia de sus emociones, y un mayor entendimiento, aceptación y habilidad para corregir o reparar estados de ánimo menos placenteros. A largo plazo eso se traduce en una buena salud mental.
  • La práctica habitual de mindfulness también nos ayuda a reducir la rumiación mental, esa aparición constante de pensamientos acerca de un tema o problemática que puede llegar a generarnos estados de estrés o ansiedad (Richard Chambers, 2008).
  • Otro de los beneficios de esta práctica milenaria es el aumento de capacidad de memoria a corto plazo. Este artículo publicado en febrero del 2010 en la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos se basa en los resultados de un estudio llevado a cabo con militares, en periodo de servicio y despliegue, divididos por grupos, los que recibieron entrenamiento en mindfulness y los que no. Los grupos que no recibieron el entrenamiento registraron una reducción de la capacidad de memoria a corto plazo, mientras que aquellos que sí practicaron mindfulness, mostraron no solo  un aumento significativo de su capacidad memorística a corto plazo, sino también un gran aumento de pensamientos positivos.
  • Las personas entrenadas en la práctica de mindfulness también incrementan la capacidad de mantener la atención en una sola tarea, suprimiendo cualquier otra información que les pueda distraer. Aprenden a mantenerse totalmente focalizados en la acción que están realizando en un preciso momento (Kaszniak y Ostergren, 2012).
  • El mindfulness también nos aporta una mayor capacidad para responder ante situaciones conflictivas. Según determinaron Cahn y Polich en el 2006, la meditación activa la región del cerebro que está asociada a las respuestas estresantes o negativas, que, por otra parte, también es la responsable de una recuperación más rápida a una provocación negativa. Este esfuerzo de afrontar las emociones a través de la expresión emocional puede favorecer a mitigar el estrés social (por ejemplo, el estrés ocasionado por una reunión o por hablar en público).
  • La capacidad de autoobservación que desarrollamos con la práctica de mindfulness nos desvincula neurológicamente de los patrones automáticos que tenemos creados por aprendizajes previos. Esa flexibilidad cognitiva nos permite cambiar la manera en que vemos un problema sin quedarnos permanentemente apegados al mismo. (Moore y Malinowski, 2009)

Sin duda, incorporar el mindfulness y practicarlo de manera habitual mejorará nuestra calidad de vida. ¡Incorpóralo en tus hábitos saludables!