Los días largos y soleados, muchas propuestas culturales y de ocio, el incremento de la vida social y las vacaciones son algunas de las razones que hacen del verano la estación favorita de gran parte de la población. Pero, más allá de las preferencias personales de cada persona, de manera objetiva las particularidades del verano tienen un impacto directo en nuestras emociones.

Hoy, en Sentirse Bien Se Nota, te contamos los beneficios e inconvenientes de la época estival. 

Aspectos positivos del verano para nuestras emociones

El 90% de la vitamina D que percibe nuestro cuerpo proviene de los rayos solares, esto hace del verano el momento en que nuestros niveles de esta vitamina son óptimos.

La vitamina D es esencial para nuestro organismo a nivel físico -fortalece los huesos y favorece nuestro sistema inmunológico- pero también a nivel emocional -reduce los niveles de ira y agresividad-.

Aun así, los rayos solares tienen muchos otros beneficios para nuestro organismo.

  • La exposición a la luz brillante es beneficiosa para el estado de ánimo porque permite que los núcleos supraquiasmáticos -el centro principal de regulación de los ritmos circadianos- funcionen correctamente. De hecho, la terapia lumínica ya está reconocida como un tratamiento efectivo para trastornos afectivos y de insomnio.
  • Los rayos solares son los encargados de estimular la secreción de la serotonina y la dopamina -conocidas como hormonas de la felicidad-. Por contra, la ausencia de tantas horas de luz en la temporada de invierno hace aumentar la sensación de tristeza y apatía. 
  • La luz solar también tiene un efecto directo en nuestro estado de cognición. Tomar el sol mejora nuestra percepción, memoria y capacidad de aprendizaje.
  • Con los días más largos, en verano tenemos más ganas de pasar tiempo fuera de casa, relacionarnos y vivir experiencias menos habituales. Esto provoca que nuestros niveles de energía -física y mental- aumenten.

Aspectos negativos del verano para nuestras emociones

Las olas de calor, cada vez más frecuentes en nuestro país, pueden perjudicarnos a nivel físico y emocional.

A nivel físico, las altas temperaturas aumentan el riesgo de sufrir golpes de calor, deshidratación, incluso en situaciones extremas pueden llegar a causar daños cerebrales. Para evitarlo, debemos mantenernos hidratados durante todo el día.

Al sudar más por el calor, nuestra presión arterial desciende. Esto puede provocar sensación de fatiga y bajar nuestro nivel de energía, lo que supone el principal motivo por el que se recomienda no practicar ejercicio físico durante las horas de más calor.

Asimismo, el calor elevado dificulta la circulación sanguínea, provocando que la sangre se acumule en extremidades, principalmente en las piernas. Durante los días con temperaturas muy elevadas, es muy posible que se intensifique la sensación de cansancio y pesadez en las piernas.

A nivel emocional, está demostrado que las temperaturas extremas repercuten en las manías, así como en los estados de ánimo en personas que padecen algún trastorno bipolar. En cualquier caso, un calor sofocante aumenta el estrés y puede desembocar en una mayor irritabilidad, apatía, fatiga, desgana, decaimiento y conductas agresivas.

Además, la sudoración y los sofocos provocados por las noches calurosas pueden dificultarnos conciliar el sueño, impidiendo que los descansos sean reparadores. Incidiendo, una vez más, en nuestro estado de estrés.

Por último y parecido a la denominada “astenia primaveral”, existe lo que se conoce como “trastorno afectivo estacional del verano”. Afecta aproximadamente a un 10% de la población y se caracteriza por una sensación de melancolía, tristeza y abatimiento.

Para que puedas disfrutar de todos los beneficios de este verano y reducir los inconvenientes, compartimos contigo unos consejos de higiene del sueño para dormir mejor y los primeros pasos para empezar a meditar

¡Feliz verano!