Después del arroz, la pasta es otro de los alimentos más consumidos alrededor del mundo. Su alto consumo se ve favorecido, sobre todo, por su gran variedad. En Italia, el país de la pasta por antonomasia, se contabilizan más de 200 variedades diferentes: largas, gruesas, secas, cortas, lisas, al huevo, entre muchas otras. 

Podemos dividir la pasta en dos grandes grupos: fresca y seca. La gran diferencia radica en su composición y en la manera de elaborarla.

Pasta fresca

La pasta fresca se elabora principalmente con harina de trigo y huevo, aunque a veces se le añaden otros ingredientes como aceite de oliva o agua. Su proceso de fabricación consiste en amasar todos los ingredientes para, posteriormente, elaborar las formas deseadas mediante láminas delgadas. 

Al ser más húmeda, este tipo de pasta tiene un menor tiempo de conservación y debe mantenerse refrigerada hasta su consumo.

Asimismo, necesita un menor tiempo de cocción, adquiere una textura más suave y su sabor es más intenso, por lo que se recomienda acompañarla con salsas ligeras para que no escondan el sabor.

Pasta seca

Por su parte, la pasta seca se elabora solamente con sémola de trigo duro y agua; adquiriendo una textura firme y más resistente a la cocción. En su proceso de fabricación, se deja secar a baja temperatura durante un periodo de tiempo prolongado. Esto provoca que pierda gran parte de su humedad y permite que se conserve por más tiempo.

Al cocerla, adquiere una textura más firme y al dente. Su sabor más suave hace que las salsas densas sean su acompañamiento perfecto. El tiempo de cocción varía en función del grosor y del tipo de pasta, pero siempre será mayor en comparación con la fresca porque en este caso la pasta debe volverse a hidratar.

Según su forma y longitud, la podemos clasificar en pasta corta, pasta larga y pasta rellena.

Pasta corta

La pasta corta es ideal para combinarla con salsas densas, con más volumen y con tropezones grandes -como una boloñesa o una arrabiata-, así como para elaborar distintas ensaladas. 

En este grupo encontramos formas cilíndricas -lisas o rugosas-, compactas y de fantasía.

Las formas cilíndricas con estrías son perfectas para guisos y salsas contundentes, ya que esta rugosidad permite una mayor adherencia de la salsa. Por contra, las formas y recovecos que caracterizan las pastas compactas -como los fusilli o los farfalle– dificultan que la salsa se impregne de manera uniforme, por lo que son una buena opción para utilizar en ensaladas. La pasta de fantasía se caracteriza por ser diminuta y con formas curiosas -estrellitas, letras, etc.- y es ideal para sopas y guisos.

Pasta larga

La pasta larga es perfecta para combinarla con aquellas salsas más líquidas y suaves, como la carbonara, la salsa de tomate o la frutti di mare. Aunque si optamos por versiones gruesas, como los bucatini, los pappardelle o los fetuccine podemos utilizar salsas más cremosas y densas como un ragú de carne o una salsa de setas.

Pasta rellena

Por sus múltiples combinaciones entre los diferentes tipos de relleno y una gran variedad de salsas, este tipo de pasta es una de las más versátiles.

Para elegir bien la combinación, debemos tener en cuenta que los ingredientes del relleno son los que van a aportar sabor al plato. Los más utilizados son la carne, el queso o el marisco. Se recomienda acompañar esta pasta rellena de sabores intensos con salsas más suaves hechas a base de verduras o setas, mantequilla y un poco de salvia, o simplemente aceite de oliva, sal y pimienta.

Pero también podemos encontrar rellenos más suaves como el de ricotta y espinacas, el de calabaza o el de setas. Con estos rellenos podemos elegir pastas más intensas como por ejemplo una de tomate y albahaca o una de queso azul.

Últimos consejos

Al preparar cualquier tipo de estas pastas, añade un poco de sal al agua cuando llegue al punto de ebullición y resaltarás su sabor. Para conseguir la textura ideal, sigue las instrucciones del fabricante, ya que el tiempo de cocción puede variar según el tipo de pasta y el fabricante. Y, como truco final, guarda un poco del agua de la cocción para lograr ajustar la consistencia de la salsa que acompañe a tu pasta.